martes, 1 de julio de 2014

Regreso al futuro. Ultra del Sobrarbe

EL RIMEMBER
Hace unos pocos años, cuando por fin dejé de identificar el sofá y el tabaco como mi forma de vida, a Víctor y a mí nos dio por dar la vuelta al Turbón en bici de montaña. Es una ruta que organiza AramónBike y que, válgame Dios, da la vuelta al Turbón en un par de días haciendo unos 130Km y 3.000m+

Para prepararnos hacíamos salidas domingueras, cada vez más largas y con más desnivel, por las sierras próximas a Zaragoza. Víctor era quien organizaba estas salidas y un día me dijo: este finde vamos a subir al collado Bellido desde Añón.. Así, afirmando como sólo él sabe hacer. El collado Bellido desde Añón: 1.000 metros de desnivel, 20 Km de subida ininterrumpida. No dije nada pero sabía que no íbamos a ser capaces de hacerlo.

Pero lo hicimos. Subimos al collado Bellido en bici. Del tirón, o casi. Nos autoconvertimos en los dioses del mountain bike. Nada ni nadie podría pararnos.


La siguiente ruta prevista era dar la vuelta a la Peña Montañesa. Pero como éramos Dioses empezaríamos desde Ceresa, para darle más desnivel. Y como nos paramos a almorzar porque íbamos sobrados de tiempo y fuerzas no había necesidad de llevar comida. Ni mapa. Ni pilas para el GPS. Ni frontal. La cosa terminó como era de esperar: reculando a mitad de camino, mendigando comida en Senz y llorando de rabia e impotencia en la collada de Cullivert. Qué gran lección nos diste querida Peña.

Desde entonces, cada vez que paso por la Collada me da un algo en el estómago. El sábado casi se me escapa una lágrima.

EL PREVIO
Por eso tenía ganas de hacer esta ultra. Y, como este año me cuadraban las fechas, me apunté con tiempo. Pero la vida da para lo que da y, entre Abril, Mayo y Junio, he podido correr un total de 65KM en llano y otros 45 en monte. Vamos que casi iba a correr más en esta prueba que en los tres meses anteriores. Normal que pensase que no iba a pasar los cortes horarios. Y encima el fantasma de Cullivert pendía sobre mi cabeza cual espada de ..... de como se llame el de la espada que pende sobre las cabezas.

Y hasta el viernes por la tarde tampoco me había leído la ficha técnica de la carrera. Bah pa qué, si total todas dice lo mismo: que si el agua, que si el GoreTex, que si la autosuficiencia, que si no está marcada, que si los vasos, QUEEEEEEEE que no está marcadaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡¡ que hay que seguir las marcas de PR y GR¡¡¡¡¡¡¡¡ no me jodas, no me jodas, adónde habré metido el puto Garmin yo. Joderrr que no lo encuentro. Serán cabrones, no marcar el recorrido. Y encima aún dicen que, con cuidado, es fácil de seguir. Serán cínicos los tíos¡¡¡¡¡¡¡

Pues si, se puede seguir. Y bastante bien. Y en los sitios liosos hay cintas que te marcar perfectamente camino a seguir. Un par de veces me despisté, cuesta arriba por supuesto, y enseguida me di cuenta de que me había equivocado de camino. El Garmin ni lo encendí, con eso queda todo dicho. Bueno si que lo encendí para luego colgarlo el track en la web y fardar y esas cosas y el muy capullo se volvió a quedar colgado. Vaya 400€ más mal gastados.

LA CARRERA

La carrera empezó puntualmente a las 6 como últimamente empiezan todas las ultras: aventaos todos perdidos como si la carrera consistiera en dar la vuelta al pueblo. ¡pero si llevo 2 km a 10 por hora y voy de los últimos!!!!! joder, cómo va la peña.

Como me había levantado tarde y, encima, no encontraba el chip no me dio tiempo a realizar la tarea más importante que hay que realizar antes de ponerse a correr. Así que a la media hora o así,  las albóndigas de la comida se unieron a la pizza que me cené y comenzaron a solicitar con urgencia una salida a sus problemas. Gritaban, pero yo no les hacía caso. Seguían gritando pero yo les negué la libertad. Intenté negociar con ellas una demora a la natural satisfacción de sus deseos y, cuando apunto estaban de aceptar esperar hasta al primer avitu, el medio kilo de cerezas que me desayuné el viernes requirieron su dosis de luz.

Y ya sabéis que las cerezas no negocian. Ni tiempo a quitarme la mochila me dio.

Ya de mejor ver me dirijo hacia el Monasterio de San Beturián digno ejemplo de esta España y este Aragón míos. Considerado como el primer monasterio de la Península ha sido dejado, vejado, desvalijado y humillado por desamortizadores, gobiernos, pueblos y, por supuesto, por la propia Iglesia. Afortunadamente algo han restaurado y, aunque nada quede del monasterio original del S VI, si que podemos ver un pequeño pero bien conservado edificio que en ese entorno, bajo la Peña Montañesa, resulta magnífico.

La Cotiella al fondo
A lo tonto ya llevo 10Km y cosa de 1.000m+ y la verdad es que se me han hecho amenos. Cosas de ir cascando con la gente. Continúo hacia San Juan, pueblo que parece nacer en las mismas faldas de la Peña. Como y bebo bien y me "lanzo" hacia el kilómetro vertical que sube al collado de El Santo. Se que esta es la clave de mi carrera: muy rápido y moriré, muy lento y no llegaré al corte. Salgo cuando veo que no hay nadie delante mío para evitar que me marque el ritmo: rápido o lento. A mitad de la subida una muy agradable sorpresa: un tipo ha preparado un chiringuito en una fuente y nos ofrece en vaso de cristal, ahí es nada, la fresca agua. Reanima tanto o más que el agua freca el espíritu de este tipo.

Llego al collado cansado pero entero y bajo por un idílico sendero hasta la collada de Culliver. Mi collada. En el avituallamiento primera alerta, no puedo comer, no me entra la comida. Nada. Ni galletas, ni plátanos, ni la frutas deshidratadas que llevo. Nada. La garganta se me cierra cuando me meto comida a la boca y la tengo que escupir. ¡¡¡¡Ostras!!! Esto si que no me había pasado. Miro el perfíl y veo que tengo muchos kilómetros cuesta abajo así que seguro que se me pasa.

El sendero entre los collados es simple y sencillamente la viva imagen que yo tengo del Paraíso. No hay nada que poner ni quitar. Es el Cielo en la Tierra.

Pero se acaba y tenemos que seguir por una pista que aunque chula, después del sendero, parece un poco pestosa. Llego al siguiente avitu y sigo sin poder comer nada. Malo. Más que malo preocupante. Como no coma nada voy pasarlo muuuy mal. Me meto un par de galletas en el bolsillo del pantalón para ver si me las puedo comer de camino a Ceresa. Las tiré hechas migas unas horas después.

Este tramo se me hace muy largo. Pero llego a Ceresa y veo, ohhh si nenaaaa, cocacolaaaaaaaaggggghhhhhh. Avento el acuaruis del bidón y me lo lleno de líquido negro del que disfruto lentamente cual si fuera la última gota de agua con azúcar del mundo. Como medio sándwich, bien. El chute me llega al cerebro y me despejo un poco. Me doy cuenta de que hay mucha gente. Y todos contentos. Joder, cabrones, cómo podeís estar así de contentos con el pedazo de cuesta que queda. !!!!!Pero es que no os dais cuenta, insensatos¡¡¡¡¡¡¡¡ Jejeje, si me hubiera leído la info de la carrera sabría que aquí acababa la Maratón y que por eso estaban tan contentos los jodidos.

Es bonica la jodida, ehhh

Continúo hacia la collada de Ceresa. Primero por la pista. Bien. Pero cuando tengo que tirar todo tieso por el sendero los cuádriceps empiezan a quejarse, los tibiales a doler y los gemelos hacen amagos de subirse. Comienza la letanía de dolores fantasma que siempre nos aquejan en las ultra. Me duele pie izquierdo pero al rato me duele el derecho. Y luego el fémur. Luego no me duele nada y al rato me duele todo. Y vuelta a empezar.

Y de repente me tengo que parar. Ya no puedo más. Me debe de quedar poco menos de un kilómetro para el collado pero no puedo más. Busco un sitio donde tumbarme y me pongo la mochila a modo de colchón. Como iría de jodido que hasta me pareció estar cómodo. Me alcanza Javier que se preocupa por mí. Cuando ve que solo es cansancio sigue a su marcha. Gracias chaval.

Curiosos estos momentos en los que veo que mi mente es más fuerte que mi cuerpo. Se que no tengo fuerzas pero se que queda poco y que el azucar y el bocadillo no tardarán mucho en convertirse en energía útil para mis piernas. Se que tengo que esperar y no desesperar. ¿y porqué voy a desesperar si estoy cómodamente tumbado a la sombra en medio de un idílico bosque? disfruto de mi espera.

Toda espera tiene su recompensa (Monica Belluciiiii, que te sigo esperandoooooo) y por fín llego al collado. Bebo un poco de agua y cuando tiro para abajo un chaval me dice: "yo te conozco, tu eres el del blog. Hostias qué risas me hecho contigo y con tu amigo" Jooooder qué puto subidón de autoestima, parecía un palomo enamorao de lo que me hinché. alcanzamos a su chica y le dice: "este es el del blog. Halaaaa, qué risas con vosotros, si hasta vemos vuestros vídeos en la playa". Otiaaaa que emoción.

Hablamos un rato y resulta que el chaval, Jorge, es un figura de las ultras y la chavala, Sara, si no llega a estar con la rodilla reventada llega a meta dos días antes que yo. Un saludo figuras.

Sigo hacia meta muy contento pero físicamente muy jodido así que prefiero no correr que el lunes hay que currar.

A la llegada recupero las sensaciones de las primeras ultras. Emocionado por conseguir lo que hace unas horas veía casi imposible. Contento de haber disfrutado de los paisajes, de los compañeros, de los voluntarios, de mi mismo. Entrando en meta solo pero sintiéndome acompañado por los voluntarios que, siempre con una sonrisa a pesar de las horas que llevan de marcha, me animan en mi llegada.

que me quiten lo bailao


DESPUES

Duchita con agua fresquita y cena en la buena compañía de Sara y Jorge y unas patatas fritas más mejores que las de mi madre (esto lo digo porque se que mi madre no tiene Internet que si no por lo cojones me atrevo).

El año que viene volveré.

Ostrás, se me olvidaba, veneno puro nos dieron en la bolsa del corredor: un folleto con todas las rutas endureras de Zona Zero. A ver de dónde saco tiempo yo para hacerlas todas, pero todas. El último tramo de la ultra coincide con una ruta de bici y, mientras andaba, me veía yo con mi lucera surfeando las magras grises de Ainsa. Cabrones.
Pronto, a tope de flow por aquí




miércoles, 9 de abril de 2014

Vuelta al cole. Half Trail Costa Daurada

Vuelta al cole, vuelta a las ultras. No es que el año pasado fuera de vacío porque, carreras, hubo unas cuantas. Pero sí que era la vuela al “cole con ilusión” que fue lo que me faltó el año pasado. Cosas de tener la cabeza en otro lado.

El caso es que me presenté en Prades para hacer la Half Trail. ¿half? ¿en serio?  Peroooo ¿half no significa medio? ¿Qué es eso de media ultra? ¿Te estás volviendo un moñas u qué? No hombre noooo,  que lo que pasó fue que cuando me fui a apuntar ya no quedaban plazas para la ultra. Que si noooo, vamos, con lo que yo soy.
Eso y que, a lo tonto, son 50Km y 2.800m+. Que no está nada mal para el reenganche.
He de decir que iba con un poco de miedo a la carrera. Por su parte organizativa me refiero. Es una carrera organizada por una empresa, no por un grupo de entusiastas, y mi experiencia previa en carreras organizadas por empresas no es que haya sido muy buena. De hecho ha sido mala. Notas la falta de cariño, a veces, hasta de material. Notas racanería por todos los lados. Y lo que menos te apetece cuando después de 10 horas en el monte llegas a un avituallamiento es un “voluntario” que te trata como si le debieras dinero.
Pero he de decir desde ya que esta carrera es todo lo contrario. Muy bien organizada, muy bien gestionada, perfectamente marcada y con avituallamientos repletos de viandas. Muy bien por la organización.
Mi carrera sale de Vilaplana que, casualmente, coincide con la mitad de la ultra. Un autobús nos coge a las 10 en Prades y nos deja en Vilaplana con el tiempo justo para tomar un cafecito y un bocadillo en las piscinas del pueblo. Bien por el control de material a todo el mundo, aunque solo sea frontal y la manta térmica, y un breve speech donde nos avisan de que, debido a las últimas lluvias, nos vamos a mojar los pies.
El coco de la carrera, la subida a la Mussarra, está nada más empezar. Creo que, si se sabe gestionar y se sale con mucha calma, va a ser bueno. Salgo de los últimos avanzando a trote cochinero. Aun así voy adelantando a gente. Ummmm, malo. Me pongo a andar pero me aburro así que decido seguir trotando hasta que comience la subida.
Nos ponemos a subir y me quedo detrás de un grupeto que van bastante tranquilos. Quieto parao alazán, que ya tendrás tiempo de correr. Pero me vuelvo a aburrir. Preto un poquito el paso, sin forzar pero sintiendo que no voy lento y voy adelantado a gente. En lo que me parece un pispas llego a la cima. Me siento bien, me siento a gusto con lo que estoy haciendo así que no quiero mirar el reloj para ver si realmente voy bien o mal. Qué más da el tiempo si voy disfrutando.

Toca bajar. Aquí sí, aquí hecho el ancla, me meto cuatro piedras en la mochila y bajo tranquilo, muy tranquilo. No quiero arriesgarme a cascar la rodilla derecha. Ya he comprobado que es en las bajadas muy empinadas donde me la casco (la rodilla) así que a andar despacito. Se suaviza el desnivel y me atrevo a trotar detrás de un mozo when de repente me adelanta una chavala cual sarria en primavera. Al poco otro lozano chaval me quita las pegatinas. Y luego un abuelo. Esto sí que no: a correr se ha dicho que la prudencia es de los mayores y yo todavía soy un joven impetuoso. Adelanto a un montón de gente. Es una zona pedregosa y resbaladiza por la humedad pero bajo con sorprendente agilidad. O eso me parece.

De estas que llego al tercer avituallamiento. Me bebo y me como un poco y tiro para adelante en busca de la segunda gran cuesta. Empieza fácil con un desnivel que, si no fuera porque quedan un montón de kilómetros, podría hacer corriendo. Esto hasta el km 22 donde empieza un muraco de los que hacen afición. Miro el reloj y veo que puedo llegar al avitu de Mont-Ral, que es el pueblo donde le ponen número a los colores del aluminio (si no lo has pillado no te preocupes y acepta tus limitaciones, pero el chiste es cojonudo). Madre mía que llego en 4 horas. Madre mía qué tiempazo. Madre mía que bato record. Madre mía qué cuesta. Madre mía cómo me duelen los cuádriceps. Madre mía que se me suben los gemelos. Y por fín: madre mía que me voy a sentar aquí que ya no puedo más.

Así que, a 100 metros del avitu, cuesta arriba eso sí, me tuve que sentar en una piedra porque no tenía fuerzas para seguir. Sentado solo pensaba en una cosa: beber CocaCola. Deseaba y anhelaba la preciosa CocaCola. Cuando reuní fuerzas para deambular esos 100 metros tuve una pesadilla: en todo el pueblo no había más que Pepsi.

Afortunadamente lo primero que vi en el avitu fue a otro corredor bebiendo CocaCola. Aleluya. Esperé pacientemente a que acabara y llené mi bidón hasta los topes del oro negro. Por fin, el maná de Atlanta llenaba mi garganta y mis reservas de glucógeno. Me tiré al solete a descansar a dejar que se me pasara la pájara. Una hora me pegué tirado por el suelo, con breves desplazamientos a rapiñar bebida o más azúcar. En el último de ellos vi que tenían ¡¡¡gominolas de cocacola picantes!!!!! Joooder. Furtivamente engaché un buen puñado y me los guardé en el bolsillo de la mochila. Las barritas de aminocarbonosramificados que había dentro las tiré a la basura.

Después de una hora parado, recuperar la marcha fue menos complicado de lo que pensaba. Los cuádriceps respondían, la cabeza nunca dejo de animar pero los gemelos se quejaban. De vez en cuando tenía que parar a estirarlos pero no mucho que entonces se me cargaban los tibiales.

Afortunadamente este tramo, el que va de Mont-Ral a Capafons es el más bonito del ya de por si precioso recorrido. Queda apuntado para hacer alguna escapada cuando me vea obligado a ir a Salou.

De Capafons sale la última gran cuesta que nos deja en la ermita de nosequé. Y de la ermita, a pesar de que la meta está a una par de kilómetros a la izquierda nos hacen dar una vuelta del copón para llegar al alto de nosecuanto. Esto jode. Y encima es un trozo feo y artificial porque se han calzado “camino natural de ..” consistente en una pista por la que caben camiones con mejor firme que la autopista. Y eso es natural.

Y encima me coge la noche. Intento llegar a meta sin encender el frontal pero cuando ya tengo compradas todas las papeletas para el sorteo del hostión del día enciendo el frontal y paso del premio. Por lo menos empieza la cuesta abajo. Y por sendero. ¿y si corro? Venga va, no seas fantasmón, de qué vas a correr tú por aquí a estas horas de la peli. Huy lo que me ha dichoooo¡¡¡¡.

Le doy más lumbre al frontal y me tiro para abajo. Joder cómo mola. Hace cuatro horas estaba tirao en el suelo compartiendo un chusco de pan con un perro y ahora estoy corriendo de noche. Y a toda mecha, sin talento.

Total que llego a meta más contento que unas pascuas y sin dolores ni na. Un fenómeno vamos. Hasta que llego a la ducha claro que se me vienen todos los males encima. Que al ponerme las chanclas se me queda enganchado el dedo gordo y al ir al desengancharlo me da un tirón la planta del pie. Coñoooo cómo jode.

Después de la duchica de agua fría al coche y para casa. Solo que al meterme al coche se me queda enganchada la cabeza del fémur y me quedo medio colgando del coche. Me salgo del coche, me recoloco el fémur (chúpate esa Mel Gibson) y me vuelvo a meter en el coche cogiendo las piernas con las manos.

Arranco, voy a pisar el acelerador y subidoooooon del gemelo. Aggggggghhhh. Me salgo del coche, me tiro para arriba de los dedos del pie y, subidoooooon del tibial. Bajo los dedos y subidooooon del gemelo. Así que me pegué un cuarto de hora moviendo el pie como si estuviera arreglando una bisagra roñosa. Cuando ya se relajó la cosa me quedé otro buen rato estirando gemelo y asegurándome de que ya estaba relajado no fuera que se volviera a subir adelantando a los mossos. A ver cómo le explicas que el empentón no ha sido a posta que solo es la moda en Madrí.

Total que una vuelta al cole de Notable porque me lo he pasado de puta madre, he visto una sierra preciosa y, teniendo en cuenta los “pedazo” de entrenos que llevo en el cuerpo (va a ser que sobreentrenado no estoy) hice un tiempo fantástico.


Unas foticos.